miércoles, 30 de abril de 2014

Buenos días.

Hoy esta hormiguita se ha levantado más temprano de lo que deseaba, por una razón, pero seguía siendo temprano.

Sabía que tendría que pasarse al menos 9 horas en la biblioteca, se plantó frente al armario buscando algo cómodo para todo un día frente al ordenador y los libros. Todo lo que se le ocurría pasaba por ponerse sus botas favoritas que por casualidad se han roto esta semana. Llovía así que eso reducía las posibilidades a "las otras botas", abrigo y paraguas cuando ya estamos cerca de mayo. 

Pues bien, algo triste (por otras circunstancias que no vienen al caso) y cansada salió a la calle. Y pese a la nube negra, del tamaño de un campo de fútbol (parece que si no usas este comparativo nadie lo entiende), decidió caminar calle abajo y sorprender al cartero con una sonrisa y un "buenos días" que amablemente le devolvió con los ojos muy abiertos. Podría ser que que el señor estuviese muy concentrado en mirar las direcciones. 

Unas casas más abajo quiso hacer lo mismo con un vecino, el hombre estaba en la puerta de su casa apoyado en un bastón, bien abrigado y con boina. En su rostro serio se notaban todas esas marcas que deja la experiencia, le recordó a su abuelo así que, por segunda vez en este día gris, con una gran sonrisa hormiguita dio los buenos días a un desconocido (algo inédito para ella). Los buenos días que recibió de vuelta, iban cargados de tanta sorpresa que la hicieron reflexionar. Reflexionar sobre cómo debe andar el mundo para que un hombre observe atónito como una vecina le da los buenos días al pasar. 

Y ahora piensa, puesto que con un simple "buenos días" hizo sonreír a un hombre que no conocía, ¿y si resulta que desde su pequeñez frente al mundo puede ayudar a mejorarlo?